Últimamente l@s creador@s se enfrentan a un reto nuevo que no tenían l@s artistas de antes. Hay muchísima información visual disponible (por referirme a una disciplina dominante) y la llevamos durante todo el día en el bolso. Y la miramos. Mucho. A su vez tenemos la capacidad de publicar de inmediato las escenas que creamos a millones de seres. Es maravilloso conocer a creador@s de todo el planeta haciendo cosas insólitas, dibujos que tu has sentido de la misma forma, ideas que no hubieras encontrado en ningún lado… pero la fuerza de voluntad que requiere no perderse en este mar es inmensa.
Por poner un ejemplo antes seguía a través de distintos soporte digitales (tumblr, instagram…) a much@s ilustrador@s. Cada día añadía vari@s a mi lista, veía como actualizaban con nuevos dibujos, descubría su escritorio, los veía en su firma de libros, gozaba con sus bocetos… Anotaba, me inspiraba, me animaba… pero ¿cuándo llegaba mi momento para crear en paz?, y si lo conseguía ¿creaba disfrutando del propio acto o esperando a que quedara bonito para publicarlo? Situaciones que llegan a despertarme preguntas inquietantes: ¿puedo dejar de compararme con todo lo espectacular que veo a diario en redes?, ¿puedo crear un contenido sin pensar ya en cómo reflejarlo en internet?
A veces me resultaba un infierno. Una deliciosa trampa para los sentidos en la que es muy fácil perder tu identidad u objetivos… Puedes descubrir conocimientos que te transforman como persona pero es importante saber cuándo el exceso de ruido te está perjudicando.
Hay un momento en el que tener más información de la que tu cerebro-cuerpo pueda tolerar bloquea el sentido de la misma recepción de contenidos. Te anestesia, te inhabilita para la acción, no hay silencios donde encontrarse. Somos much@s contando nuestra vida en un aparato. Nos hemos convertido en l@s mejores publicistas de nuestra propia vida, pero ¿la foto refleja un instante de mi día o mi día se basa ya en respirar a través de ese rectángulo de luz?

